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lunes, 23 de enero de 2012

Tumba de José María "El tempranillo"


Pasamos al patio de la Iglesia, alli nos encontramos la tumba de Jose María Hinojosa, el cual dise así su leyenda: Al sur de Córdoba en Jauja, aldea de Lucena, a la orilla del Genil, nació un veintiuno de junio de 1805 José María Pelagio Hinojosa Cobacho. Hijo del jornalero Juan Hinojosa de 25 años, y de María Cobacho, de 20. Más conocido popularmente por José María, El Tempranillo. Malos tiempos corrían para las pobres familias jornaleras en aquellos inicios del siglo XIX: una guerra por delante contra el invasor francés, una continua inestabilidad política y hambre e incultura por todas partes.
Durante una romería en la ermita de San Miguel, cerca de Jauja, el joven José María -del que no se sabe su edad exacta, aunque fue entre los trece y los veinte años-, mató a un hombre por causas no esclarecidas; unos dijeron que por vengar a su padre, que había muerto asesinado años antes, otros que por vengar a su madre, que había sido deshonrada por el asesinado, otros que fue por una novia. Sea como fuere, lo cierto es que huye de la justicia y se echa al monte, empezando el bandolerismo. Su tempranera edad hace que se le conozca como El Tempranillo.
Pronto encabeza su propia partida y sus correrías se hacen célebres, tomando fama de "Robin Hood" que roba a los ricos para ayudar a los pobres.
Viajar por Andalucía era, según Theóphile Gautier, muy peligroso: "A cada paso se arriesga la vida, y los menores inconvenientes con los que se tropieza son las privaciones de todo género, la falta de las cosas más indispensables para la vida, el peligro de los caminos, verdaderamente impracticables para quienes no sean arrieros andaluces; un calor infernal, un sol capaz de derretir el cráneo; además hay que enfrentarse con los facciosos, los ladrones y los posaderos, gente bribona, cuya honradez se acomoda al número de carabinas que lleva uno consigo. El peligro os rodea, os sigue, os precede; sólo oís cuchichear historias terribles y misteriosas".
Aquel muchacho de Jauja, de una inteligencia natural infinitamente más grande que su estatura, formó una partida de bandoleros que se dedicaron al asalto de galeras y diligencias y a la imposición de un tributo al viajero. Los robos se hacían siempre a la luz del día, eludiendo la violencia: "Quita una sortija -escribe Merimée- de la mano de una mujer: -Ah, señora, una mano tan bella no necesita adornos. Y mientras desliza la sortija fuera del dedo, besa la mano de un modo capaz de hacer creer, según la expresión de una dama española, que el beso tenía para él más valor que la sortija".
Su fama de ladrón que roba a los ricos para entregarlo a los pobres se va extendiendo por toda Andalucía: "Líbrese usted de creer que el capitán amasara tesoros. Lo que recibía o tomaba, sus manos lo distribuían inmediatamente". Así se expresaba Valérie Gasparín, una viajera francesa enamorada de España que recorrió Andalucía a mediados del XIX. También nos dieron jugosas noticias de él varios escritores extranjeros como Richard Ford, Prosper Mérimée, Theophile Gautier, Reinhart Dozy, Astolphe Custine, etc. El primero de ellos nos dice que José María era bajo de estatura pero de vigorosa constitución, capaz de sobrellevar el sufrimiento. Sus ojos eran de una extraordinaria viveza y sus labios finos y apretados. "La mano izquierda tenía destrozada por habérsele descargado una pistola accidentalmente y haber tenido que curarse a sí mismo durante veinticinco días, pasados siempre a caballo".
El Capitán General de Andalucía, D. Vicente Quesada, se desespera y ofrece una fuerte recompensa: "se abonarán seis mil reales de vellón a la partida del Ejército, de Voluntarios Realistas o cualquier persona que entregue vivo o muerto al referido José María, alias El Tempranillo, y tres mil por cada uno de los que acompaña a este malhechor".
Se casa con María Jerónima Francés en Torre Alháquime (Cádiz), de donde ella era natural, y de este matrimonio nacería un hijo, de nombre José María, el 6 de enero de 1832, en un cortijo cercano a Grazalema, muriendo su madre en el parto. Esta desgraciada circunstancia ocurre porque El Tempranillo acudió en solitario junto a su esposa para acompañarla en el parto, siendo delatado, ya que los Voluntarios del Rey, llamados popularmente Migueletes, lo cercan en el cortijo. El alboroto y tiroteo provocan a su mujer tal impresión que el parto se adelanta con el desenlace citado. José María El Tempranillo, lejos de rendirse, monta el cadáver de su esposa sobre el caballo, se ata el bebé a su faja y sale a galope del cortijo entre los disparos de los migueletes, saliendo ileso del trance y entregando su hijo a la familia de la madre.
El día 10 de enero bautiza a su hijo en la iglesia parroquial de Grazalema (Cádiz), acudiendo tranquilamente a la ceremonia ante la pasividad de las autoridades locales, que no se atreven a arrestarlo. Dispone en esta época de unos cincuenta hombres a caballo bien disciplinados, que son el temor de las fuerzas de seguridad, que prefieren evitarlos.
La situación se hace insostenible y las presiones de los ricos hacendados andaluces hacia las autoridades locales provocan la intervención del propio rey Fernando VII. Así se produce el indulto, extensivo a todos los miembros de su partida, a excepción de Veneno. De entre ellos, unos cincuenta hombres, destacaban Juan Caballero El Lero, de Estepa; José Ruiz Germán, alias Venitas, de Badolatosa; y Francisco Salas, alias El de la Torre, cuñado de José María.
En la Ermita de la Virgen de la Fuensanta y Guía, en Corcoya, aldea de Badolatosa, se produjo -según Juan Caballero El Lero- el acto del indulto: "todos nos juntamos en la Fuensanta como estaba acordado, todos muy contentos con las mejores ropas que cada uno tenía, con los caballos y las armas... dirigiéndonos los tres comandantes delante y los compañeros y familiares detrás... y pusimos todas nuestras armas en una mesa y entregamos también nuestros caballos y cada uno siguió ya hacia su casa".
Abandonada la peligrosa vida del bandidaje ya pueden vivir tranquilos, sin sufrir las inclemencias del tiempo, sin tener que pasar la noche en vigilia, sin jugarse la vida a cada paso. José María y varios de sus hombres forman la Partida de a caballo de Andalucía, a las órdenes del Capitán General, el marqués de las Amarillas, con la finalidad de perseguir a delincuentes y ponerlos a disposición de la Justicia: "Cuando ya indultado, se hallaba ocupado en la persecución de malhechores, un día llegó a Sevilla a recibir órdenes del Capitán General, que era el Excmo. Sr. Marqués de la Amarillas, este caballero lo presentó a su hijo, el actual Duque de Ahumada, que por aquel tiempo estaba en Andalucía mandando un cuerpo de Infantería. Aquí tienes un valiente -dijo el Capitán General de Sevilla a su hijo mostrándole a José María-. Un valiente no, señorito, sino un hombre que nunca se aturde; contestó el antiguo bandolero, dando en esta respuesta breve y concisa una idea exacta de la cualidad más esencial del verdadero valor: la serenidad en el peligro.
Muy pocos meses va a durar esta nueva misión, puesto que en septiembre de 1833 José María, El Tempranillo, halló la muerte mientras perseguía a otro José María, El Barberillo, bandido de Estepa. Ocurrió en el cortijo de Buenavista, en las inmediaciones de la sierra de Camorra. El Barberillo, oculto tras una ventana, disparó su arma a traición. Los hombres de la partida conducen a su comandante herido gravemente hasta el Parador de San Antonio, en la calle Granada de la cercana población de Alameda.
Presiente su cercana muerte, por ello recibe los auxilios espirituales del párroco Navarrete y se dispone, también, a dictar su última voluntad, ante el notario Jerónimo Orellana, único escribano de aquel pueblo. Un día más tarde de caer herido, el 23 de septiembre de 1833, José María, El Tempranillo moría rodeado de sus hombres, cuando sólo contaba veintiocho años de edad: "En el lugar de la Alameda Vicaría General de la Villa de Estepa, a veinte y cuatro días del mes de septiembre de mil ochocientos treinta y tres, se dio sepultura eclesiástica con entierro llano y misa de cuerpo presente al cadáver de José María Hinojosa natural de la población de Jauja, jurisdicción de Lucena, marido que era de Mª Jerónima Francés, natural de la Torre de la Aquime. Recibió los santos Sacramentos y testó el día veinte y dos del corriente ante Don Jerónimo Orellana, Escribano público y del número de este pueblo".
Su testamento demuestra que en su larga carrera delictiva nunca amasó fortuna para su lucro personal: dos casas, dos caballos, algunos reales prestados que nunca llegaría a cobrar, y un hijo huérfano que no contaba aún dos años de edad, fue todo el patrimonio que legó el Rey de Sierra Morena. Seis días más tarde, un veintinueve de septiembre, moría en Madrid el rey de España, Fernando VII.
En un triángulo de reducidas dimensiones, con vértice en Jauja, Corcoya y Alameda, se encierra en resumen la vida y la muerte de José María. Las provincias de Córdoba, Sevilla y Málaga, unidas por un mito del pueblo andaluz. Con El Tempranillo desaparece el prototipo del bandido generoso. Después de él nadie supo ni pudo imitar su estilo.

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